martes, abril 24, 2007

De la renovación urbana

... O de como un estudiante de Comunicación, aparentemente común y corriente como casi todos los mortales, no deja de estar sorprendido ante el auge de la construcción en la ciudad. Dejando a un lado la tercera persona, recuerdo que durante mi tiempo de infancia no eran muchas las obras urbanas en construcción -Unicentro la más notable, aunque en esa época yo ni caminaba- más que todo porque en esa época estaba más de moda la "demolición repentina de alto impacto sin previo desalojamiento" (¿hace falta especificar a qué me refiero?).

Pero ahora, hay obras por doquier. No importa a donde me dirija y qué ruta tome, siempre me encuentro con alguna obra. Parques, bibliotecas, centros comerciales, edificios residenciales y empresariales, ampliaciones y reestructuraciones de vías, Metroplús... Son cosas que ya hacen parte de nuestra cotidianidad medellinense. Cientos de obreros, decenas de volquetas y una impresionante cantidad de material de construcción rondan las calles, las estructuras demolidas y los lotes antes baldíos de una ciudad que se niega a quedarse estática. Luego, a un ritmo frenético, aquellos calcáreos materiales van tomando forma para dar como resultado una nueva obra urbana, orgullosa de sí ante la sorprendida mirada de los transeúntes que no pueden ocultar su asombro ante la novedad que se presenta ante ellos y que rompe con sus antiguos referentes acerca de aquél mismo emplazamiento en una especie de "antes/después" mental.

Todo está destinado a cambiar, nada permanece estático. Heráclito dijo que "nadie se baña dos veces en el mismo rio" y la ciudad tampoco parece querer bañarse en las mismas aguas del tiempo pasado: la ciudad quiere renovarse y, no carente de vanidad, se rejuvenece con constantes "cirugías arquitectónicas". La ciudad, tal como la conocemos, no puede consigo misma y busca una expansión de su propio ser; algo que, como ya no puede obtener simplemente ocupando más y más espacios planos, lo busca desesperadamente entre sus planos existentes renovándolos y, porqué no, llevándolos cada vez más alto.


La ciudad cambia, y nosotros debemos cambiar con ella. En algunos años nos sorprenderemos al ver que los cambios de la ciudad también habrán hecho repercusión en nosotros: cambiaremos de comportamientos, de actitudes, de esquemas mentales, de formas de pensamiento y de vida. Y pobre de aquél que no se adapte, porque camarón que se duerme, lo atropella el Metroplús...