jueves, mayo 31, 2007

El anime, la estética y el otaku promedio

Es común entre la población aficionada al anime debatir si éste realmente aporta un aprendizaje al sujeto espectador o si simplemente se trata de una mera fuente de entretenimiento. Pero este debate resulta una cuestión bastante cerrada, que limita al anime a su mera dimensión narrativa e ignora su naturaleza audiovisual. Es por eso que quisiera abarcar brevemente la dimensión estética del anime y su influencia en el proceso selección de preferencias (top of mind, como dicen hoy en día) del otaku promedio.

El concepto de estética puede tomar muchas formas ya que no es algo comprobable mediante el método científico y que, además, varía en función del contexto. Para lo que nos concierne (la importancia de la estética en el anime) definiremos la estética como el conjunto de impresiones y sentimientos que causan en un individuo los estímulos sensoriales; en otras palabras, cómo afecta en nuestro sentir todo aquello que vemos, escuchamos, olemos, degustamos y tocamos. En el caso del anime, puede hablarse específicamente de la vista y del oído.

Lamentablemente -a mi parecer- hemos podido ver, más que todo ahora con la incursión de Animax, un desfile de series en donde lo único que cuenta en este sentido es crear un «efecto "¡qué ternura! *-*"», por parte de algunas de estas series y una provocación de estímulos y necesidades sexuales no satisfechas (que el otaku no es lo más social del mundo, no lo podemos negar) por el otro. Así, tenemos dos bandos: el bando kawaii y el bando ecchi.

El bando kawaii de la estética anime se caracteriza por resaltar todo aquello que se considera tierno: tonos pastelosos por una parte o muy vivos y brillantes, en contraste; ojos más grandes de lo normal; personajes de corta edad, casi nunca mayores de 16 años; vestidos estilo muñeca y una larga lista de etcéteras tan fáciles de identificar que se convierten en estereotipo. Pocas son las series en donde esta estética kawaii logra realmente darle más fuerza narrativa a la serie; me atrevo a dar un ejemplo concreto: la primera serie de Di Gi Charat, en donde lo kawaii crea un contraste respecto a la personalidad de los personajes no tan "kawaii". De resto, dicha estética sólo sirve para alimentar la extraña "cultura de lo kawaii" de los japoneses -y de los otaku occidentales que la adoptan-.

El bando ecchi es mucho más predecible: un tipo cuya apariencia física es la de un parroquiano común y corriente "como tú y yo"... Y muchas, pero muchas mujeres bastante dotadas -y sin reparos en exhibirlo-. No hay mucho qué decir en estos casos: se busca satisfacer la libido reprimida del otaku promedio... Bueno, en realidad esto sucede en muchas producciones audiovisuales de todo el mundo, pero con mujeres reales por lo menos. El debate sobre tal inhumanización de la mujer merece tema aparte.

Pero también hay verdaderas obras de arte. Series en donde la imagen y el sonido, lejos de ser un mero vehículo narrativo, se convierten en parte fundamental del mensaje. En muchos de estos casos, vemos arriesgados experimentos estéticos que casi siempre terminan despreciados por el otaku promedio, el cual no admite un cuadro estético distinto al estereotípico: "la alegre colegiala de 16 años, de pelo pintaracho, ojos grandes y tierno rostro, estudiante del clásico instituto japonés de 4 pisos, con terraza, antejardín y patio deportivo ubicado quién sabe dónde". No sólo eso, sino que para el mencionado sujeto es tan importante su estética kawaii o su estética ecchi, que acostumbra despreciar las series que no cumplan con tales cánones de estética ¿Quién no ha escuchado a un clásico otaku rechazar series y películas -interesantes o no- con frases como "los personajes de Lain son feos", "los personajes de CLAMP son muy flacos", "los de Crayon Shin-chan son sólo mamarrachos", "los colores de Kaidohmaru son horribles" y una larguísima lista de etcéteras?

El otaku promedio constantemente se llena de falso orgullo, diciendo ser "más conocedor que la vulga plebe" y se ahoga a sí mismo en ello. Creer que ya se las sabe todas le impide darse cuenta que el anime no son sólo dibujos bonitos, que la mirada también debe educarse y que a ellos aún les queda mucho por recorrer en ese sendero, porque detrás de ese "personaje mal dibujado" hay una intención mucho más profunda, que no se ve con los ojos del cuerpo sino con los ojos del alma.