lunes, octubre 02, 2006

Anécdotas del transporte público

El autobús urbano, ese infame medio de transporte tan cotidiano y aparentemente falto de gracia alguna, es una grandiosa fuente de anécdotas pintorescas que cuentan con todo el sabor tanto de lo bueno como de lo malo de nuestra idiosincrasia.

Me encontraba navegando en la web (¡oh, sagrada y perjudicial costumbre!) y me encontré de casualidad con este escrito, que me gustó bastante y es la fuente que me ha inspirado a escribir este post.

Aparte de los sucesos ya relatados en el anteriormente citado relato, podemos encontrar un sinnúmero de ocurrencias que con seguridad más de un lector habrá experimentado al abordar un bus urbano. Desde el infaltable vendedor de dulces/chulos/lápices/etc., pasando por las rechiflas cuando el conductor no quiere detener el vehículo cuando un pasajero se lo solicita para bajarse, hasta las tristemente célebres peleas entre conductores.

Ahora quisiera remitirlos a uno de esos rutinarios días de estudio, en los cuales me dirijo al sitio conocido como el Rodeo para abordar la ruta 303, que pasa al frente de mi colegio. La primer particularidad, aunque irrelevante, fue que me encontré con un compañero de clase, cosa que no suele pasar a menudo. Pero lo realmente llamativo era el sujeto pecualiar que se queda de pie aunque aun quedaban asientos disponibles. No me dio mucho tiempo para pensar la razón por la cual aquél sujeto permanecía de pie, hasta que empezó a hablar. Y vaya que lo hizo, puesto que su peculiar discurso ha resultado ser el que más gracia me ha causado entre todos los que he escuchado en un bus urbano: toda una antología acerca del bien y del mal, que pasó por temas tan pintorescos como los avances tecnológicos, el imperialismo de los EEUU e incluso la historia de cómo Luzbel pasó a ser un ángel caido -aunque con significativos errores-; todo ello relatado con una singular sencillez y por tanto una expresión verbal más bien pobre. Mi compañero y yo apenas acertábamos a mirarnos y a hacer uno que otro comentario espontáneo. Cuando llegamos al colegio, 10 minutos después de haber partido del Rodeo, el tipo aún continuaba hablando... Naturalmente, nuestra reacción al bajarnos del bus y ver que éste se alejaba, fue soltar una carcajada que desde hace rato teníamos contenida. Quizás aquél pobre hombre tuviera razón en su discurso (y lo admito, no era tan malo) pero ello no lo eximía de quedar ante todos como un gracioso loco.

Con esta breve y quizás para algunos insustanciosa anécdota me despido; si la crítica es positiva, prometo traer más anécdotas -a su debido tiempo, por supuesto-.

1 comentario:

Anónimo dijo...

XDDDD en los buses uno puede esperarse cualquier cosa, cualquiera es cualquiera, está buena la anecdota, a mi me trataron de convertir a pentecostal en una buseta y cuando le dije a la señora que no me interesaba me condenó al infierno y al purgatorio por no creer XDDD